miércoles, 23 de abril de 2008

42

Mi primo dirige un curso de medicina forense. Mi estado de ánimo me empujaba a ir a una de sus clases. Le pregunté a mi primo si podía asistir como alumno invitado. Accedió. Me entregó un mandil blanco y de repente estaba al lado de un cadáver. "Le decimos Tony, como verás, está muy bien cuidado". Los estudiantes hurgaban en el interior de Tony, marcando con cintas de colores el nombre de ciertos músculos y cavidades. Daba la impresión de haber llegado a los cincuenta años de edad.

Estaba al lado de un cuerpo, que alguna vez fue un hombre, con sueños y proyectos. Que alguna vez tuvo conciencia de los días, como yo la tengo ahora. Fue chocante al comienzo, pero poco a poco la serena actitud de los estudiantes me tranquilizó.

En el cuaderno de mi primo, multipliqué 365 por 50. Resultado: 18,250 días vividos por un hombre. 18,250 que se habían evaporado en el aire. ¿Es esa una buena razón para escribir la historia de los días? ¿Tratar de guardar un poco de cada uno, para que no se evaporen nunca?

3 comentarios:

Carlos Gregorio dijo...

Ya valió la pena.

Qymera dijo...

La palabra es una marca de tiempo: La palabra es una huella, una marca que impide la fuga anónima de los días...

Alejandro Vargas dijo...

que experiencia...me recordó también a 21 grams...cuánto pesa el alma? cuánto el cuerpo? y cuánto los días que llevamos dentro

Saludos!