lunes, 17 de marzo de 2008

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Hoy encontré en el mercado a una amiga. No la veía desde el colegio. Ella estudió conmigo hasta los siete años y de allí viajó lejos. Recuerdo una vez que fuimos de campamento. Antes de subir al bus de regreso, todos fueron a un lago cercano para atrapar renacuajos, en cajitas de fósforos. Ella había atrapado el suyo, pero antes de entrar al bus, abrió un poco la cajita y se le escapó. Ya no había tiempo. Entró al bus con su cajita vacía. Se sentó a mi lado, triste. A veces cuando es de noche y estoy triste recuerdo esa imagen. Una niña triste sin renacuajos para llevar a casa.

La reconocí porque había visto una foto suya en internet. Me habló de sus dos hijos, y de las cosas que extrañaba de Lima. Yo le conté de mi rutina y amigos que había reencontrado también.

Debí despedirme de ella de otra forma. Debí haberle dicho "Esa cara que pusiste, era tan triste, que parecías ser la única persona viva en el mundo". Pero esas cosas no se dicen cuando reencuentras a alguien. Esas cosas las escribes en un diario o en un blog, y luego te vas a dormir.

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